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Fuente imagen: Unir |
En vísperas de conmemorar un nuevo
aniversario del Día Internacional de la Mujer el próximo 8 de marzo, junto a
otro aniversario muy importante para estos tiempos que vivimos como es el del
Día Nacional de la No Violencia, que se conmemora cada 11 de marzo en nuestro
país, quiero expresarme al respecto.
Recordar cada 8 de marzo la lucha
incansable de cientos de miles de mujeres que dieron su vida por el
reconocimiento de nuestros derechos, es una obligación moral y un compromiso
que debemos honrar con nuestro trabajo de cada día, dejando nuestro mejor
esfuerzo por defender y jerarquizar la vida de todas las mujeres, porque ello
garantiza el desarrollo familiar y el de la comunidad en su conjunto.
Los tiempos violentos que hoy estamos
padeciendo nos llevan a tomar conciencia de las carencias que tenemos en cuanto
a valores y normas de convivencia que hemos visto deteriorarse de forma lenta
pero persistente. Hemos sido cómplices silenciosos de un estado de deterioro
que se traduce en violencias cotidianas que luego eclosionan en acciones
superviolentas que nos escandalizan… cuando ya es demasiado tarde.
Lo vemos en
tristes episodios de violencia de género, en espantosos enfrentamientos que
dejan el tendal de fallecidos –muchos de ellos jóvenes, llenos de futuro-, en
los miles de personas que viven en situación de calle, en la pobreza infantil
que da vergüenza…
Es imperioso, entonces, que forjemos otros
lazos y otras relaciones, que nos permitan ir consolidando buenas prácticas y
en lugar de competir por llegar primero, buscar el llegar juntos, para disfrutar
los resultados, también en colectivo.
Esa idea del más fuerte o del que más
tiene, habría que acompañarla practicando solidaridad, construyendo fortalezas
y generando abundancia sin que nadie quede por el camino. Que lo que consigamos
no sea a costa de nadie sino a favor de todos.
Apelo a que tomemos conciencia de la
importancia de valorar a la mujer como la fuente de vida que es y no como un
objeto de propiedad o de deseo; que los niños/as y adolescentes no sean
–tampoco- moneda de cambio en situaciones de rupturas y, en cambio, se piense
en su bienestar para que puedan crecer fuertes y sanos hasta convertirse en las
mujeres y hombres del Uruguay del futuro.
Sueño con un país sin violencias de ningún
tipo, donde no haya víctimas ni victimarios, y si los hubiere, que puedan –en
algún momento- tomar conciencia de sus actos y encontrar espacios de reflexión
y arrepentimiento que puedan restaurar lo dañado.
Por eso, en vísperas de tan sentidas
fechas deseo que mi país encuentre un rumbo cierto y seguro para que la
violencia ceda su lugar y espacio a prácticas de sana convivencia, donde haya
vida en lugar de dolorosas muertes, donde recuperemos la sensibilidad perdida y
donde no sea un privilegio vivir y crecer en paz.
En nuestros niños/as adolescentes debemos poner
los mayores énfasis para que ellos crezcan en ambientes libres de violencias,
de cualquier tipo, solo así podremos construir el país que soñamos.
Graciela Barrera
27 de febrero de 2025
MPP – Espacio 609 – Frente Amplio
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