martes, 13 de mayo de 2025

Votó el último ciclista, ahora a lo importante

Siempre se comenta que el país no arranca antes que llegue el último ciclista, en clara alusión a la semana de asueto que el país disfruta y que tiene como una de sus varias referencias, a la Vuelta Ciclista del Uruguay. Así, con la llegada del último rezagado que cierra una semana de disfrute nacional, el país se reconoce (extra)oficialmente en funciones. 

Los años electorales tienen -en los comicios- un mojón ineludible que condiciona la función política por obvias razones. Según sean los resultados electorales el gobierno echa a andar de manera oficial y legítima, lo que condiciona -de forma también ineludible- cualquier acción según quien resulte vencedor en las urnas.

Lo que no puede dejar lugar a ninguna duda es que sea quien sea el que gane, hay temas que son urgentes y merecen la atención más allá de cualquier candidato. En tal sentido es que me permití reflexionar sobre algunos de esos temas urgentes que me merecen especial atención por la importancia que tienen y las repercusiones que acarrean para toda la sociedad.

Entonces, pasadas las elecciones departamentales y municipales. ¿Qué les parece reflexionar sobre un tema candente, que nos cruza a todas y todos: la seguridad?

Hablemos de lo importante

¿Entendemos realmente la complejidad de los problemas sociales, de lo que significa la dignidad humana? Desde hace tiempo buscamos alternativas a la violencia, tras sortear el dolor más aterrador que pueda sufrir una persona y entendimos que ni el odio ni la venganza podrían aliviar tanto sufrimiento, solo lo agravarían mucho más. Sé muy bien que es un camino difícil de transitar, porque somos humanos e imperfectos, que reaccionamos ante la violencia de manera instintivamente violenta también. Pero, también somos seres pensantes que podemos discernir que al final de ese camino de desencuentros y sufrimientos no hay espacio posible para la paz si llevamos a la violencia como compañera de viaje.

En ese camino que recorrí me di cuenta que había que intentar ubicarse en el lugar del otro, porque nunca debemos olvidar que detrás de cada caso hay historias de vulneración y muy a menudo, un Estado que llegó tarde o no llegó nunca con oportunidades.

Las soluciones que se han buscado para resolver los quiebres de esa convivencia social nos llevan a la cárcel como la única y gran respuesta. Cárceles que en su mayoría aplican un trato cruel, inhumano y degradante (como sostiene el Dr. Petit); cárceles que no le cambian positivamente la vida a nadie, sino que, por el contrario, son verdaderas “escuelas del crimen”. Las personas van a salir peor de lo que entraron.

¿Alguien puede salir mejor persona de un establecimiento en las condiciones en que se encuentran hoy? La crisis en el sistema penitenciario es un grave problema del Estado y de toda la sociedad, porque a todos los ciudadanos nos afecta. ¿O acaso no entendemos que en algún momento cumplirán su condena y saldrán en libertad? Es entonces un problema nuestro que lo hagan de forma tal que no reincidan ni actúen consecuentemente al odio que acumularon en los años de “degradación” penitenciaria. Un tiempo que se aleja inexorablemente a cualquier parecido siquiera con el tiempo de rehabilitación, que exige el precepto constitucional.

¿Realmente queremos que se inserten en la sociedad cuando cumplan su pena? ¿Cuál es el fin de la justicia? ¿Castigo y venganza? Me resisto a perder esa batalla.

Invertir en condiciones dignas en los establecimientos no es “tirar el dinero”, es invertirlo para mejorar una situación que a la larga la pagamos todos y de la peor manera. Por eso es que urge que esa inversión sea efectiva para que justifique el gasto y sea realmente una inversión antes que una pérdida por donde se la mire.

Recordemos que se cumple una pena y se sale -si o sí- algún día a convivir en sociedad.

¿Y si buscamos un camino diferente, distinto? Un camino que quien cometió un delito se responsabilice, comprenda el daño causado y -eventualmente- lo pueda reparar (si es posible repararlo, por supuesto). Un camino que vea la necesidad real de quien sufrió el daño, que muchas veces no es otra cosa que buscar la verdad, una verdad que traiga paz a quien sufrió la pérdida.

Por supuesto que ese camino no se puede imponer ni mucho menos transitarlo solo, es necesario que se incluya como principal protagonista a la población privada de su libertad. Esa que merece un trato digno pero que tiene que asumir el compromiso de su rehabilitación acompañando y entendiendo que hay una salida posible. Muchos de ellos tienen la posibilidad intacta de reconstruir sus vínculos, muchas de las víctimas surgidas a partir de sus acciones no, y ese tremendo diferencial debe ser un disparador para que asuman su responsabilidad y acepten la mano tendida como puente de reconciliación. Solo así es posible recomponer los vínculos que una vez se rompieron de forma violenta.

Sé que es muy difícil de entenderlo, de ambos lados lo entiendo. Porque me resultó muy difícil hacerlo cuando sufrí el peor dolor que una madre puede padecer. Pero ni el odio ni la venganza me devolverían lo perdido. También entendí que del otro lado hubo quien no tuvo nunca una posibilidad de experimentar valores que nos son comunes y a los que no les damos atención sino cuando los perdemos. Personas que no saben lo que es ser abrazados por sus seres queridos, que no tuvieron ocasión de sentir el cariño de una madre o el acompañamiento de un padre. Valores y personajes que no conocieron y que fueron remplazados por golpes y castigos que fueron naturalizando hasta hacerlos parte de su conducta.

Entonces, es hora de hacer el esfuerzo de generar espacios de reflexión donde no los hay incluyendo a la población privada de su libertad para que empiecen a comprender que hay una puerta de salida que algún día deberán atravesar y un mundo que los espera para reconstruir el tiempo perdido.

En modo alguno se trata de avalar la impunidad, sino de entender que el delito, en el fondo, es un vínculo social roto y que para una buena convivencia debemos recomponer lazos y sanar heridas.

No busquemos más quien hizo más, hizo menos o no hizo qué (aunque tengamos el impulso de hacerlo), empecemos a construir espacios de diálogo con responsabilidad.

Convivencia, humanidad, diálogo, compromiso, empatía… todas muy lindas palabras pero a las que no les estamos aportando contenido.

¿Y si empezamos?…


Graciela Barrera
Diputada
MPP – Espacio 609 – Frente Amplio

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